viernes, 29 de enero de 2010

Oda a la naturaleza

Este canto tan hermoso
que me brindas cada día
alegra mi vida,
mi mente se tranquiliza,
el aire en mis pulmones,
la luz en mi rostro,
me hacen amarte más.
Bella madre mía
que sin ti,
mi existencia no tiene sentido.
Verde, verde
sólo así quiero verte
crecer cada día,
iluminando cada rincón
y volando contigo,
abrazándote siempre,
sentirte y olerte
al mismo tiempo
que nos unimos.
Bella madre nuestra,
te amo con desesperación
y te agradezco
con mis más humildes sentimientos,
que emergen desde lo profundo,
el cantar mañanero.

realidad grisácea

Barrios tristes suelen verse
entre comunidades lujosas que no las miran.
Paredes de latas en días calurosos
Que Parecen hornos y los chiqullxs en las calles
Jugando por doquier con pasteles de barro,
Por lo menos lxs llegan a cubrir de las lluvias normales
sus paredes de latón.
En otras comunidades las casas de colores
Como arcoíris tratan de irradiar una felicidad
Que otrxs no conocen bajo sus techos grises.
Son casas como osos
Que no dejan mirar a los nuevos vecinos,
Aquellas casitas hulmides en donde solo comen arroz
Ocultando una realidad grisácea
Entre “chozones” coloridos.

viernes, 8 de enero de 2010

Camila

Ella recuerda sentada en su cama cuando era niña. Visitaba a su tía Adela en las vacaciones, por ahí de julio y también en diciembre. Su tía vivía en el campo, uno de esos lugares en donde las casas están muy separadas pero la gente es muy unida, los caminos son de piedras y el color que más se observa es el verde de las plantas. Por todo lugar se miraban muchos árboles de frutas distintas como mangos, naranjas, mandarinas, nances y guanábanas. A ella le gustaba mucho treparlos, apear naranjas y mangos, comerse algunos sentadas en las ramas y, además, guardar unos pocos para su mamá y para comer más tarde. También le gustaba mucho ir a los ríos que quedaban cerca e irse a bañar en ellos, jugar con las piedras y las aluminas que aparecían sin ningún temor. Algunas veces imaginaba que iba a salir un lagarto del agua y se asustaba, pero luego comprendía que no había nada y se sumergía dentro del agua, amando al hermoso río. Cuando tenían que pasar por media montaña y atravesar mucho montazal, siempre quería ver las culebras de las que tanto hablaban sus tíos, tías y su madre, pero que ella nunca pudo ver. Tal vez ya las habían matado a todas.
Habían días que se iba a visitar a las vacas y a sus terneras donde su tío Juan, las saludaba y las miraba un rato, luego las acariciaba y les abría el corral a escondidas para que ellas pudiesen ser libres y andar por todo el campo, sin embargo, su tío Juan, se daba cuenta y la regañaba mucho ¡¡Esta tremenda chiquilla!! Espérese que la vea!!! Por lo que se iba a esconder detrás de la casita de los cerdos, por no llamarla jaula y se sentaba a meditar un poco sobre las incomprensibles costumbres humanas de asesinar animales para alimentarse de ellos. La casa de los cerdos era la que más le gustaba, ella iba a saludarlos y les daba comida, se emocionaba mucho cuando la mamá estaba con sus hijos, esta jaula era más fácil de abrir, pero la cerda nunca salía, entonces ella entraba, la acariciaba y luego se iba, dejando la puerta abierta para que los cerdos pequeños pudiesen salir a jugar con las gallinas. Luego al tío le tocaba guardarlos por aquello de los zorros y como ya venía cansado, no tenía energías para regañar a Camila.
Que viejos tiempos, suspiraba Camila con una sonrisa en su cara, ahora con 22 años. Hace un año atrás, fue donde su tía a visitarla y así tener un poco de paz, pues la necesitaba por haber estado tanto en la ciudad, tenía unos cinco años de no ir al campo, y tremenda sorpresa se llevó al observar la carretera nueva, ya no era de piedra, era de asfalto, por lo que el viaje fue más rápido. Habían más casas ahora y notó también que se observaba menos arboles. Como los carros ahora pasaban más por la nueva carretera, al visitar el río miró bolsas de plástico en él y está vez no temió por un lagarto a la hora de meterse, sino por una enfermedad, por tanto, ni un pie quiso meter. Le habló un poco al río y se sintió triste por no haber estado más tiempo con él, el río seguía catando pero ya no un canto alegre, sino triste, como los espíritus de los difuntos arboles de Crucitas.
Como había más gente ahora en esa zona, algunas la miraban extrañamente y ni la saludaban, las personas nuevas eran más frías y menos comunicativas. No solo el ambiente natural era el que estaba cambiado, sino el mismo pueblo. Fue a visitar a su tío Juan y ya no estaban los cerdos ni las vacas, todo había sido vendido, hasta los terrenos, a un extranjero que quería construir unas cabinas.
En lugar de encontrar paz en el campo, Camila, solo miró tristeza natural, algunas personas si se notaban alegres y estaban felices del supuesto progreso, pero ella no los comprendía. Aguanto dos días más ahí y luego se marchó.
Ahora acostada en su cama, Camila pensaba en buscar otro lugar que le transmitiese las mismas sensaciones que tenía al estar entre los arboles, los animales, y los ríos, una lágrima rozó su mejilla al pensar que tal vez ya no iban a existir más lugares así, pues muchos de ellos hoy en día estaban siendo afectados por la enfermedad del progreso y Camila se puso de pie y dijo seriamente pero con una tremenda energía y excitación en sus ojos de color café ¡es hora de buscar la cura!