lunes, 26 de mayo de 2014

Suyay

Se mira a lo cerca una montaña inmensa, cubierta de árboles enormes, una montaña, verde, verde intensa, con sus propios secretos, con sus propios espíritus que la protegen y siguen resistiendo para no desaparecer, que siguen resistiendo a la imposición de un mundo occidentalizado y positivista. Sentada en su hamaca, bajo el ranchito, está Suyay. Suyay es una mujer indígena de alguno de los tantísimos pueblos originarios de Abya Yala. Descansa sentada en su hamaca, después de un arduo trabajo de traer la leña, el acarreo del agua de la quebrada, de moler el maíz para hacer las tortillas, que tanto gustan a su compañero en las mañanas. Descansa, después de bañar a su niño y niña, de cocinar y de limpiar el ranchito.
Sentada en su hamaca mira a su hijo e hija juguetear entre los árboles y mientras espera a su compañero Wayra. Ella está completamente decidida de separarse de él e irse con sus otras hermanas para otro ranchito a vivir y sobrevivir. Cuánto tiempo tiene de reivindicarse como mujer dentro de su comunidad indígena para que ahora su compañero intente golpearla, eso nunca lo va a permitir. Si ha luchado desde años atrás para que se escuche su voz en las asambleas de la comunidad por ser mujer, y enseñar a las otras mujeres que ellas pueden hablar, no puede permitir en su vida que su compañero intente golpearla.
Tanto ha resistido para poder decir su voz, porque en la cultura de su pueblo las mujeres no pueden opinar, pero ella con su fuerza se puso a reflexionar y actuar, que ella como mujer tiene mucho que aportar a su comunidad. Que las mujeres indígenas también son afectadas por las represas, las transnacionales y tienen todo el derecho de poder decir su opinión para poder solucionar los problemas de la comunidad y el territorio indígena, ellas también son dueñas de la tierra, no sólo son los hombres los afectados, y aunque exista una tradición de usos y costumbres, que ha sido tomada por los hombres, ella sabe que esa forma no contribuye con la armonía de su mundo.
Cuando era más joven recuerda que le costó mucho el aceptar que tenía que unirse a un compañero de la comunidad, para poder ir preservando la cultura y el pueblo, pero que aceptar la violencia en su cuerpo y el no poder decir su palabra, son hechos que se niega a aceptar y que desea tanto transformar en su comunidad, desde la posición como mujer.
Ella tiene todo el derecho de decirle a su compañero que no quiere tener relaciones sexuales y que ya no quiere tener más hijos porque dos son suficientes. Ella piensa que su compañero no tiene porque obligarla e intentar golpearla porque ella no quiere. Para ella eso está mal y no contribuye con la armonía de la comunidad, de las familias, de los hijos y las hijas ni mucho menos, con la armonía de las mujeres.
Ella sabe el peso que hay a nivel de comunidad si se separa de su compañero, pues, sería la primera mujer de su comunidad que decide decir ¡ya basta! de la opresión de los hombres hacia las mujeres. Ha reflexionado mucho, toda la mañana mientras realizaba las labores domésticas. Y está consciente que por hacer eso, puede que las destierren, pero también está consciente que será el inicio de la reivindicación de otras mujeres que han estado en la misma situación de ella dentro de la comunidad, y sabrá que apoyándose mutuamente entre ellas podrán sobrevivir. Cuando sean varias mujeres organizadas, los hombres de la comunidad ya no podrán volver a violentarlas, podrán volver a la armonía ancestral de sus abuelas, esa, que existía antes de cuando vinieron los blancos a las tierras de Abya Yala, cuando vinieron los españoles con su cristianismo y que impusieron el poder de los hombres.
Continuará…


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