martes, 22 de septiembre de 2009

La niña de los lápices de escribir


Había una vez una niña que en lugar de estar en la escuela aprendiendo como tu y compartiendo con los y las compañeritas, la mamá la ponía a vender lápices de escribir. La niña se tenía que levantar todas las mañanas a caminar solita por las calles de San José a vender los lápices que la mamá le daba. A veces de tanto caminar se cansaba mucho y de vez en cuando se sentaba en la calle y se ponía a hablar con el Sr. Sol, por eso cuando se le miraba tenía la carita muy rojita. Cuando nuevamente tenía energías seguía pasando por los parques vendiendo los lápices y también por las sodas, diciendo, me compra un lápiz, son a cien colones cada uno. Algunos y algunas al verla le ayudaban con algo, otros y otras simplemente la ignoraban.
Resulta que, la niña tuvo un día difícil, pues eran las tres de la tarde y apenas había vendido 9 lápices de los 24 que tenía que vender, se le veía en sus ojos el estrés que podría estar pasando, lo más seguro la madre la castigaba si no los vendía completitos. La niña ya no resistía más y se puso a llorar en las gradas de una sodita por donde a veces pasaba a vender los lápices. Lloraba y lloraba, y sus lágrimas de desesperación brillaban con la luz del sol, sus hermosos cabellos negros se empapaban un poco de sus lagrimitas y jugaban un poco con el viento. En ese momento, pasaba un niño de la misma edad por ese lugar, al notar a su semejante en esa situación se le acercó y le preguntó, oye ¿por qué llorás? la niña al notarlo se avergonzó un poco y se secó solita las lágrimas y le respondió, pues...pues estoy un poco triste por que todavía me faltan muchos lápices que vender ¿me quieres comprar uno? El niño le respondió, pues yo tampoco tengo dinero pero te puedo ayudar a venderlos, entonces la niña le dio la mitad de los lápices que tenía para que el niño la ayudara y se quedaron de ver en una hora en el mismo lugar. Cuando pasó la hora, la niña había vendido por dicha todos los lápices y esperaba ansiosa que el otro niño también los hubiese vendido, pero nada que llegaba el niño, ya había pasado una hora y ni rastro del niño, hasta que por fin la niña comprendió que el niño le había robado los lápices, se puso muy pero muy triste, tanto que ni podía caminar, aun así, miró el atardecer de los hermosos colores, respiró profundamente y se fue para su casita.

1 comentario:

la spoom dijo...

waaaa!!! mae q lindo!!!!