jueves, 31 de diciembre de 2009

Aprender a volar sin alas

Ella me dice con sus suaves e inocentes palabras… algún día volaré como tú.
Encerrada en su casa de costumbres familiares y católicas, vive ella, sin poder avanzar dentro del sistema, pues, su condición económica no fue suficiente para poder a travesar los tamices de las universidades públicas por medio de los exámenes excluyentes. Sumándole la educación que recibe en los colegios que preparan inútilmente a los y las jóvenes para pasar un examen de bachillerato que no sirve para traspasar ese tamiz.
Aferrada a su habitación y a la televisión, le cuesta pensar por su misma, y el dios que todo lo mira no la deja volar en paz. Caminar por las noches es un deseo que sólo suele ver en las películas por cable, y dormir en casa ajena es un pecado mortal.
La cotidianidad doméstica del día le marca sus manos con callos que muchos hombres no lograrán ver con su mirada vacía la hermosura que hay en ellas. A veces, me dice, sueño que soy una pajarilla y por eso no me quiero despertar, atravieso las ventanas de mi cuarto sin que nadie me vea y escapo por las noches sin que mi madre se de cuenta, pero al final, los gritos de mi madre me despiertan y la rutina empieza nuevamente a encadenarse, barrer, limpiar, acomodar los objetos, cocinar, lavar, ver tele, tomar café y dormir, hasta esperar nuevamente que empiece las clases de la universidad semiprivada.
El trabajo para los y las jóvenes es un lujo hoy en día que conlleva a estar encerrada en una habitación y contestar llamadas, atender clientes y besarle el trasero al jefe, sin embargo, la madre al recibir dinero para poder depositarlo en su iglesia o jartarse con sus amigas del trabajo de su hija y de su inglés, y las cochinadas que se puede comprar, molesta menos entonces y le cede un poco de libertad a su hija que alimentaba. No obstante, mientras viva bajo ese techo que su esposo había adquirido hace mucho tiempo atrás, deberá respetar las reglas de la casa.
Por eso me dice, prefiero estudiar y saber que voy a ganar un poco más de dinero que el que estuve ganando antes y aguantar las habladas de mi madre, pero sé que algún día volaré como tu.
Un día me pregunta… ¿Cómo hiciste para aprender a volar? Y le respondí, cada golpe me he llevado para poder aprender hacerlo, lágrimas he derramado y palabras que hieren a los y las demás. Quitarse las cadenas de la familia no es cosa fácil, pero luchar por el respeto a mi voz y mi espacio y haberlo ganado es un motivo para brindar por ello. Y ahora nos apoyamos mutuamente y todavía vivo bajo el mismo techo pero la ventana de mi cuarto siempre está abierta para salir cuando yo quiera. Así que amiga, esos golpecillos que nos damos realmente valen la pena y te lo recomiendo, pues la paz se llega a encontrar. Si te cuesta tanto dar el primer paso, mientras tanto yo estaré aquí para escucharte y recuerda todas somos diferentes y el avanzar también.

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