lunes, 21 de abril de 2014

Leyendo sobre género y patriarcado, me surgió un recuerdo de una mujer que conocí en San Carlos, en la lucha que apoyamos en Medio Queso. Vivía en unas de las champas, construidas por ellos y ellas mismas. Casitas de latas y maderas, muy pobres, de piso de tierra y rodeadas de un montazal. Era una mujer menor que yo (18 años), que estaba juntada con un señor mayor de cincuenta años. Ya tenía una hija, muy linda, que recuerdo que me enseñó muy contenta los únicos zapatitos que tenía, y a quien su mama regañaba para que se los pusiera. Su compañero no estaba, pues, andaba trabajando en algunas de las fincas de algún terrateniente. Recuerdo que había muchos zancudos y que me molestaba mucho y me daba miedo contraer alguna enfermedad. Sí, ese maldito ego que nos enseñan en las ciudades, ese maldito temor a las enfermedades de las zonas rurales, y de las cuales nunca me he contagiado visitando y acompañando las luchas del campo y que tanto me han enamorado, esa maldita superficialidad que poco a poquito vamos desaprendiendo, para poder ser seres de amor. Recuerdo muy bien, que sentí tanta rabia de saber que existen personas que apenas viven con lo mínimo, mientras otras tienen tanto poder económico, mientras existen jóvenes que su mesada es más del doble de lo que tienen económicamente una familia para sobrevivir un mes. Recuerdo que sentía muchísima rabia de ver esa realidad que la prensa y las universidades nos ocultan por medio de sus enseñanzas blanquizada y pura, donde todo está bien.  La Costa Rica pura vida, pobre, desamparada, arapienta, oprimida. Íbamos con un compañero estudiante de medicina que iban a brindar un poquito de sus conocimientos pero que al final no era de mucho porque no teníamos dinero para comprar medicamentos, porque, en este país aunque se diga que la seguridad social es un derecho, es una gran falacia. Las personas que no poseen seguro social no son atendidas en los EBAIS, más sin son “precaristas” como los ha llamado medios des-informativos como La Nación. Recuerdo que la muchacha estaba embarazada, ya iba, por su segundo hijo o hija. Esta mujer ni si quiera conocía métodos anticoceptivos naturales y el EBAIS no les brindaba ninguna ayuda. Hoy en día me surgen muchas preguntas con respeto a esta mujer: ¿cómo surgió la relación con su compañero? Realmente lo ama? O será una esclava mujer para ese señor? Será que solamente lo utilizó a él para salir de su familia? Será que vive bajo la violencia doméstica? Realmente el tema de la mujer no se puede dejar de lado del tema de las clases sociales y mientras exista esta realidad de mujeres empobrezidas, no podríamos afirmar en nuestra realidad que el sistema capitalista desarrollado moderno, colonial y patriarcal sea la mejor forma de organización para vivir bien. Realmente es lo opuesto y, por tanto, urge que nosotras las mujeres nos organicemos y analicemos este sistema como mujeres, unidas por medio del apoyo mutuo entre nosotras y con la solidaridad de nuestros compañeros, para poder combatirlo y revolucionarlo a uno mejor, donde no existan relaciones de poder, donde no haya pobreza y donde podamos realmente vivir bien, mientras exista un solo ser en nuestra cotidianidad que no viva bien, no podemos afirmar que vivimos en un mundo feliz.

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