sábado, 10 de octubre de 2009

Lía


Estaba sentada en una banca del parque, Lía la hija del panadero, pensando en los y las oprimidas del planeta Tierra. Ella era una mujer muy poco común en esta ciudad, le gustaba mucho andar en los parques, puesto que, eran los únicos lugares donde podría encontrar un poco de paz en la gran ciudad. A ella le encantaba ir allí pues podía leer, practicar malabares y, además, conocer a personas con características similares a ella. Resulta que, la familia de Lía no la miraba con buenos ojos pues ella no era igual que sus hermanas ni sus primas quienes siempre sacaban buenas notas, tenían novios, asistían a grupos juveniles de la iglesia, llegaban temprano a la casa y eran muy ordenadas; por el contrario, Lía no creía en dios, cosía sus propias vestimenta, gastaba el dinero en libros, salía con sus amigos músicos, poetas, malabaristas, dibujantes y llegaba tarde a casa, por tanto, siempre la regañaban pero es que a Lía le encantaba caminar de noche y sentir la brisa, intercambiar pensamientos con sus amigos y amigas, ver el verde de los árboles en contraste con la hermosura de la noche y no se podía olvidar de la belleza de la luna que a veces iluminaba su caminar, y su madre nunca le preguntaba nada solo la regañaba, simplemente ella pensaba que era una vagabunda.
Lía tenía muchos pensamientos que hoy en día se consideran como disparates, solía ir a manifestaciones contra la iglesia, en pro de los animales, por la libertad de los y las individuos y más de una vez se la llevaron presa por expresar su opinión. Su madre se ponía muy histérica pues con el alcoholismo de su padre era suficiente para ella y ahora con una hija rebelde no sabía que hacer. En su casa siempre habían muchos problemas por que su padre amaba más el alcohol que a sus tres hijas, a sus dos hijos y a su pobre madre, y este se iba los sábados de fiesta y llegaba el domingo en unas fachas que generaba en el ambiente familiar una mala energía en donde la esperanza moría, para la madre era muy difícil esta situación y por eso se refugiaba en la iglesia, mientras tanto Lía, aprovechaba el domingo para ir a pasear a los parques y así se evitaba la tristeza de ver a su padre en esas condiciones.
Lo que más le criticaban a Lía era su fe en Dios, pues no la tenía y, por tanto, nunca iba a misa, su madre siempre le decía que ella no era una buena mujer y que nunca se iba a casar, lo cual a Lía no le importaba pues no quería ni un marido ni un dios que en esta sociedad oprimen a la mujer, y creía en su propia voluntad y fuerza como para salir adelante sin tener que depender de un hombre o un casamiento, como muchas de sus compañeras del colegio pensaban para poder salir adelante.
Una de las ideas más hermosas que poseía Lía era ese amor a la libertad que nunca nadie pudo quitarle, por más castigos que le imponían y por más comentarios represores de parte de su familia que la hacían llorar, siempre quería huir de su casa, pero al final inventaba un mundo de pajarillos, alegría, bosques, niños y niñas, jóvenes, adultos, ancianos, árboles, estrellas y otros elementos que la hacían salir por unos instantes de la realidad o bien, salía a leer para así tener nuevas ideas pero al fin y al cabo podía resistir su vida familiar.
Su amor a la naturaleza era lo más importante en su vida y era lo que la hacía seguir adelante, si una plantita nace en la basura pues cómo esa planta que lucha por sobrevivir en el mundo, ella también era capaz de sobrevivir y alcanzar la libertad aunque en su alrededor sobrara la destrucción, siempre creía mucho en ella misma.
Una característica muy poco común en los individuos de esa sociedad y muy valiosa que poseía Lía era el ser solidaria, ella daba clases sin cobrar a los necesitados, prestaba y regalaba libros, invitaba a sus amigos a comer en la casa, ayudaba a su madre en los quehaceres de la misma y a su padre en la panadería en donde aprovechaba para hablar con él sobre el alcoholismo, aunque, no ayudaba en mucho y al final terminaban peleando por el carácter de su padre. También, Lía saludaba de buena forma a los chóferes de los buses y al guarda de la escuela, y le gustaba mucho conversar con ellos, más de una vez la regañó la maestra por llegar tarde; asimismo, le gustaba charlar con las cocineras del comedor del colegio quienes hacían una exquisita comida que a las y los jóvenes ricos de la escuela les daba asco pero lo que no sabían es que esos alimentos eran mucho más saludables y en un futuro el montón de grasas que los jóvenes adinerados ingerían por estar comiendo pizzas y hamburguesas les iba a pesar en un futuro, además, Lía era vegetariana pues no compartía la idea de que los animales tuvieran que sufrir para que ella pudiera alimentarse.
A veces, regalaba de su poco dinero a los que le pedían, más que todos a los niños de las calles que la ponían tan triste y a pensar que definitivamente el mundo estaba enfermo.
Aunque Lía no creía en el uso del dinero, definitivamente, a veces lo empleaba pero siempre tenía presente que ese papelillo era el causante de la muerte natural, de las guerras, de los bellos animales, a veces deseaba poder inventar algo que pudiese destruir a todos los papelillos o que apareciera una hada y le concediera un deseo para podérselo pedir, aunque a ella le gustaba pensar en hadas tenía muy presente que no existían solo que a veces le parecía divertido pensar que sí, para olvidar un poco la realidad y por lo menos no olvidarla como lo hacía su papá.
Dejando de lado la vida de Lía y retomando que en este día, Lía estaba sentada en el parque pensando en los y las oprimidas del mundo, en todos los seres vivos, desde los peces que ya no encuentran un hogar limpio, los pobres tiburones que le quitan sus aletas, los niños y niñas que venden lápices y no juegan, el y la extranjera que vienen a buscar una vida mejor pero que solo encuentran opresión, los y las obreras de las fábricas que por no ser dueños de las herramientas ganan un salario miserable, mientras el dueño de ellas esta sentado a la orilla de una piscina; mucho pensaba Lía y no encontraba una solución, ni a sus problemas, ni a los problemas de la sociedad, deseaba tener una solución y poder gritarla al mundo entero para que en el porvenir se pudiera vivir en paz, pero Lía sentada en la banca no la encontraba, se dio cuenta de algo entonces, que ella quería un mundo unido, de solidaridad y libertad, de paz y responsabilidad, de arte y de ciencia, de amor a toda la naturaleza, sintió como este mundo poco a poco iba creciendo en su corazón, entonces, se puso en marcha para contarlo a sus amigos y amigas y así en colectividad con ellos y ellas ponerlo en práctica, y que las demás personas pudiesen observar y comprender que otro mundo es posible.
cuento1

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